NOSTALGIA "camuflada"
La "reina" era... la máquina de escribir.
El ordenador es una herramienta, hoy día, casi imprescindible, pero aun sin querer, recuerdo con cariño los años que la “reina” era la máquina de escribir.
En un anochecer desapacible y lluvioso, de regreso a casa, sobre la acera mojada se dibujaba el contorno de un aparato aparentemente extraño de encontrarse en la calle, a punto de ser aplastada por una enorme rueda de un 4x4, cuyo eje delantero se estacionaba sobre el bordillo.
Al aproximarme para comprobar de cerca de que se trataba, comprobé estupefacto que una máquina de escribir estaba tirada al lado de la calzada adoquinada, entre algún otro residuo.
Al norte un bazar marroquí, en el lado opuesto un locutorio, y a escasos metros de un local acondicionado como lugar de culto del colectivo Evangelista del Séptimo Día.
La fina lluvia continuaba cayendo. Junto al alcorque de un árbol se encontraba una Olivetti LETTERA 35, color crema, con la cinta negra desvencijada, por la falta de uno de los carretes, y las palancas de los tipos desprotegidas por falta de la tapa, recibían las gotas de lluvia como si de un árbol se tratara y esperando su destino.
Pensativo continué mi camino, pero… lo reconsideré, regresé sobre mis pasos y colocándome en cuclillas, contemplé la máquina y el fatal desenlace que le esperaba.
El ordenador es una herramienta, hoy día, casi imprescindible, pero aun sin querer, recuerdo con cariño los años que la “reina” era la máquina de escribir.
En un anochecer desapacible y lluvioso, de regreso a casa, sobre la acera mojada se dibujaba el contorno de un aparato aparentemente extraño de encontrarse en la calle, a punto de ser aplastada por una enorme rueda de un 4x4, cuyo eje delantero se estacionaba sobre el bordillo.
Al aproximarme para comprobar de cerca de que se trataba, comprobé estupefacto que una máquina de escribir estaba tirada al lado de la calzada adoquinada, entre algún otro residuo.
Al norte un bazar marroquí, en el lado opuesto un locutorio, y a escasos metros de un local acondicionado como lugar de culto del colectivo Evangelista del Séptimo Día.
La fina lluvia continuaba cayendo. Junto al alcorque de un árbol se encontraba una Olivetti LETTERA 35, color crema, con la cinta negra desvencijada, por la falta de uno de los carretes, y las palancas de los tipos desprotegidas por falta de la tapa, recibían las gotas de lluvia como si de un árbol se tratara y esperando su destino.
Pensativo continué mi camino, pero… lo reconsideré, regresé sobre mis pasos y colocándome en cuclillas, contemplé la máquina y el fatal desenlace que le esperaba.
Hablé con ella y me convenció, asumiendo ambos el riesgo que corríamos al entrar en casa. Despojado del abrigo, gorro y paraguas, sequé su chasis, teclas y rodillo, retiré de su interior los restos acumulados de escamas de pintura procedentes posiblemente del rascado de techos y paredes de su anterior ubicación y pasé a inspeccionar su mecanismo. El teclado funcionaba, la palanca de arrastre también. Inserté una hoja de papel y… comencé a acariciar sus teclas: “asdfg hjklñ, …” “QWERT YUIOP^…” (El tipo de letra ¿elite o pica?, qué más da)
Procuré buscarle un lugar donde pudiera aparecer camuflada… pero finalmente “nos han descubierto”.
Procuré buscarle un lugar donde pudiera aparecer camuflada… pero finalmente “nos han descubierto”.
Etiquetas: máquina de escribir
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